EL JUNCO Y LA PERSEVERANCIA ( Cuento Zen )
Por Sah-Bum Alejandro M. Rodríguez V. E-Dan
El
árbol quiere paz…
Pero el viento no se la concede…
Pero el viento no se la concede…
Pensamiento zen
Un
atardecer del otoño de 1540 en el hermoso poblado de Inchon al noroeste de Corea
y mientras el sol envolvía el ambiente con un color que parecía teñir de rojo
hasta las aguas de la bahía kangwha, y luchaba por sobrevivir ante el avance
inexorable de la noche, sentado en la playa, un humilde y sencillo hombre,
llamado Taegu, reúne a sus cuatro discípulos y les pide que lo acompañen en una
travesía que debía hacer a través del mar amarillo hacía Shangai.
Sus cuatro
discípulos, Kunsan, Wonju, Pusan y Cheju juntaron sus miradas, como
preguntándose el porqué de la decisión de su maestro, no encontraron respuesta,
su silencio otorgó la respuesta al Maestro Taegu, quién con su experiencia
siempre buscaba lo mejor para sus estudiantes.
Debían partir al
amanecer del siguiente día del Puerto de Inchon, cada uno se dirigió a su hogar
a despedirse de su familia y reunir sus pocas pertenencias para emprender el
largo viaje. Más tarde y mientras la luna con su esplendor iluminaba la noche
se dirigieron hacía el viejo puerto para abordar el pesado junco que los
transportaría hacía la gran ciudad.
El junco estaba
prácticamente lleno de gente, no había mucho espacio para ellos, pero no les
importó la incomodidad sino sobre todo cumplir los deseos de su maestro. Al
romper el alba la nave comenzó la travesía, el viento impulsaba las velas cuyos
mástiles crujían hasta el punto de parecer romperse, pero aquellos nobles
materiales estaban preparados para soportar las fuertes acometidas de los
temporales del mar.
Era la segunda
noche de viaje cuando el viento cada vez era más intenso, muy pronto la nave,
grande como era, parecía apenas una cáscara de nuez en medio de una tormenta, la
gente aterrorizada gritaba, se aferraban a lo primero que encontraban, pero el
espacio era pequeño y las personas demasiadas.
El maestro pidió
a sus discípulos calma, que no desesperen, que pronto el viento pasaría. De
pronto ante el incremento de la tormenta el maestro Taegu, llamó a Pusan que era
el mayor de sus compañeros y le pidió que cuidara de todos ellos.
- “Pusan, le
dijo… yo estoy muy viejo para soportar esta tormenta, pienso que mis fuerzas no
me permitirán seguir aferrado a este madero, cuida de tus compañeros, yo en
cualquier momento los abandonaré, ya se me acaban las fuerzas. Sigue con
ellos, guíalos por el camino, cuídalos…”
Cuando de
improviso el maestro Taegu desapareció arrastrado por una ola inmensa, sus
discípulos lo buscaron pero ya era tarde, el mar parecía habérselo tragado. Los
cuatro jóvenes se miraron atónitos, perplejos.
Pusan les
inculcaba coraje para mantenerse asidos a la embarcación, pero empezó a conocer
realmente a sus compañeros por sus actitudes.
Kunsan gritaba:
“Cuidaté tú que nosotros tenemos la suficiente fuerza como para soportar el
temporal, tú eres el más débil” mientras se reía… Wonju le dijo… “¿Qué…? Ya te
crees nuestro líder, si somos todos iguales” Cheju, que parecía el más
conciente gritó… “ No les hagas caso es la desesperación lo que les hace
hablar”.
En medio de la
tormenta la nave había sido desviada de su curso y se acercaba peligrosamente a
unos islotes llamados I Chin al sur de Corea, Kunsan que fue el primero en
divisar la cercanía a las islas grito a sus compañeros. “ Tierra, saltemos…
¿Qué haremos en Shangai…?; Quizá ni lleguemos. Estamos acá por hacerle caso a
ese viejo loco, que al final nos engañó… ” Pusan le respondió: “Espera, pronto
la tormenta pasará, no abandones la embarcación… perecerás…”
Los otros
también le pedían que se quedara, pero Kunsan, prefirió salvar su vida y
abandonar a sus compañeros, saltó de la embarcación y logró nadar hasta una
pequeño islote aferrado a un madero que flotaba.
Wonju que vio
llegar a Kunsan a la orilla también saltó sin darles la opción de reaccionar a
Pusan y Cheju. Vanos fueron los esfuerzos por intentar agarrarlo, la violenta
decisión los había sorprendido.
Pasó la noche y
misteriosamente la nave había sobrevivido a la tormenta, las aguas estaban en
calma y el sol comenzaba a asomarse en el horizonte. Una embarcación de
mercaderes que iba de retorno a Corea había sido arrastrada muy cerca, las dos
naves, casi podían tocarse.
De pronto, Pusan
le dijo a Cheju: “Mira… Cheju, sigue tu camino si deseas llegar hasta Shangai,
ya el Maestro Taegu murió y no tiene sentido seguir adelante con este viaje, yo
buscaré otro maestro que me enseñe algo nuevo, lo que aprendí de él, quizá me
sirva de algo, pero deseo aprender más. Yo volveré en esa otra embarcación,
adiós…” y se saltó al otro junco, mientras movía la mano en señal de despedida.
Sus miradas no se separaban hasta que las dos naves se fueron perdiendo en
rumbos diferentes.
Cheju había
quedado solo, sin su maestro, sin sus compañeros y pensaba que le depararía la
ruta que Taegu le había trazado una vez que llegara a la gran ciudad… El
cansancio y lo profundo de sus pensamientos hicieron que se quedara dormido.
Cuando despertó,
se frotaba los ojos porque no podía creer lo que veía, frente a él estaba
sentado su maestro quién le dijo: “Tranquilo Cheju, no te asustes… soy yo, no
estoy muerto, tampoco los abandoné, simplemente quise poner a prueba su espíritu
y su perseverancia. Ahora realmente los conocí a todos, Kunsan solo pensaba en
él, nunca le interesó la escuela, quizá permanecía con nosotros por costumbre…
Wonju seguía en la escuela por competir con Kunsan, lo seguirá haciendo
siempre, tampoco entendió mis enseñanzas.”
- “¿Pero… y
Pusan maestro, preguntó Cheju, porqué él?
- “No me lo
preguntes Cheju… El tuvo la oportunidad de ser el nuevo líder ante mi ausencia,
pero una vez que la embarcación estuvo segura prefirió buscar otro camino, quizá
otro maestro, Tenía todo, pero no se sintió capaz de asumir el desafío…, tampoco
el coraje de abandonar el junco durante la tormenta…”
- “Maestro, -
preguntó Cheju nuevamente - ¿porqué este viaje? ¿porqué esta prueba? “
- “El viaje fue
sólo un pretexto, lo que importa es el resultado. Fue la prueba de la
perseverancia, del espíritu, del pensar en el otro. Todos unidos hubiésemos
llegado a destino, pero cada uno pensó en si mismo, no pensó en el otro, por
eso nos perdimos, Hay que mantenerse unidos tanto en los momentos buenos, para
disfrutar el éxito con discreción, como en los de tormenta, para salir adelante
con tesón, si dubitas o miras hacia atrás, estás fuera, si te detienes, le
cargas el peso de seguir adelante a otro, mira siempre adelante… para mirar
atrás…¡utiliza la intuición…!” Fuente: (alerodriguez.galeon.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario